lunes, 27 de mayo de 2013

Cómo robarle un beso a tu boca

       Cuanto más me acercaba a la entrada de aquel lugar más me latía el corazón, y no es que sufriese de taquicardias, sino que era ese miedo por el que no sabes que te vas a encontrar al otro lado de esa puerta y que tan siquiera sabes lo que transmitirá. Pues para eso estaba yo, para ser la tonta del bote que se asustase por volver a ver a quien no había dejado de extrañar desde hacía ya un tiempo. Por muchas ganas que tuviese de asistir, había intentado por todos los medios mantenerlo en secreto, y eso me hacía parecer más orgullosa de lo que en verdad era.
        Plantada frente a la puerta de aquel palacio de conferencias decidí entregar la invitación que con suerte había conseguido. Uno de los porteros de la entrada de la sala me advirtió que la charla había comenzado hacía ya unos minutos, y por supuesto mi cara de angustia llegó hasta límites desconocidos cuando decidí abrir la puerta. ¡Imposible no pasar inadvertida! Todo el mundo sentado mientras los conferenciantes debatían sobre sus aburridos temas, y yo de pie en medio de la sala. Apunto estuve de salir corriendo y volver a mi casa para evitar que la vergüenza, sin hablar que ese color enrojecido por toda mi cara pudiese ser producto de la mofa de alguna persona. Más aún por el peligro a que él se diese cuenta y pensase que seguía siendo igual de patosa que siempre.
       Tras un rato buscando algún sitio disponible, encontré un asiento en un lugar alejado de la mesa de debate, más bien en la posición idónea para estar más a mi rollo. Para ser sincera no presté nada de atención a aquella charla, ya que mis pensamientos y mis recuerdos volaban en mi cabeza como las bolas Quaffle en los partidos de Quidditch de las famosas novelas de J.K. Rowling. Él era el típico hombre de estudios que había estado cogiendo cualquier oportunidad de trabajo que le habían ofertado y nunca dudaba en marcharse si eso le daba la opción de cambiar de aires. Y no es que me dejase de importar su vida, pero simplemente no tenía ganas de estar escuchando una charla poco interesante cuando en verdad había venido a verle a él. Me notaba algo inquieta, y no se si fue por la novedad de volverlo a ver o por el estrés del viaje y las prisas que habían ocasionado en mí algún estado de alteración propia del estrés. Tendría que decirle algo porque no habría venido aquí para nada, así que me dispuse a ordenar todos los papeles que me habían dado, a los cuales solo había dado un pasada por encima para acabar metiéndolos en mi bolso. Pero bueno, al fin y al cabo no me caracterizo por tener mucha prisa para las cosas y me pilló el toro. Sin darme ni cuenta estaba plantado frente a mí, saludándome alegremente tras el tiempo que habíamos estado sin vernos. Para decir la verdad, incluso me sentí alagada por que él se acercarse a mí. Con los dos pertinentes besos y los ¿qué tal estás? acabó pidiéndome una cita. En verdad no tenía intención de quedar con él porque lo único que buscaba era saludarle y preguntarle que tal le iban las cosas, pero para nada me planteaba la proposición de una cita. Al final me decanté por su propuesta, que no fue más que tomarnos un copa en un reconocido bar de al lado y disfrutar de la agradable compañía. Era invierno así que no había otra opción que olvidar la terraza de esos días de buen tiempo y dirigirnos al interior del local. Un Gin Tonic de Brockmans para él y un Tanqueray para mí, una recomendación que me había dado el camarero de aquella coctelería.
       Me daría un par de bofetadas a mí misma por pensar que habría cambiado lo suficiente para que no valiese la pena, pero estaba equivocada. Seguía siendo el mismo, con esa risa que lo caracterizaba y esa impulsividad que no trató de calmar ni por un segundo. Me contó que había estado dando tumbos por todas partes esperando entender que es eso a lo que llaman “mundo”, pero los últimos meses se había estado planteando sentar un poco la cabeza y dedicarse a lo que de verdad merecía la pena en la vida. Yo por otra parte, había cambiado poco. Es más me considero la típica persona monótona que necesita de alguien propenso a hacer de su vida un show para que al menos no cayese en la triste rutina. Todo este tiempo me había dedicado a llevar mi vida profesional a buen cauce y el conseguirlo me había hecho andar por un hilo inestable que al final había acabado por romperse, y con eso solo me refiero a las relaciones que había tenido, que aunque pudiesen contarse con menos dedos de los que tengo en una mano, habían acabado siendo recuerdos. Él por su parte, claro que había conocido otras chicas, pero aunque por mi propio bien me importa poco saberlo o prefería no saber nada. Al parecer él había acabado haciendo de tripas corazón porque por más que queramos la vida no sale como uno quiere, pero no hay más remedio que sobreponernos a lo que nos viene. Y es ahí cuando encontré las palabras más sabias que había oído en todo el día.
        Seguía un tanto alterada y el cóctel ya me hacía tener un risa tonta que no podía disimular. Yo creo que la tensión se relajó un poco entre la conversación, la música de fondo y la bebida. A pesar de todo me contentaba que todo le fuese bien. Él no paraba de decir que me veía perfecta, que el tiempo no había pasado para mí. En fin, es lo que hacemos todos en muchas ocasiones para alagar a la otra persona. Puede ser que uno mismo lo vea, pero tan solo intentas sacar una sonrisa de tanta oscuridad. De todas formas y a sabiendas de ello preferí cegarme por esas palabras y sentirme alagada siendo ese su objetivo desde el principio.
       Habían pasado dos horas y seguíamos de madrugada en el bar. Después de tomarnos aquellos cócteles, con una lentitud que no era nada normal y tras la larga charla que tuvimos, decidimos levantarnos. Ya en la calle no paraba de preguntarme en mi interior que sería de nosotros después de aquella noche, pero algo me decía que estuviese tranquila.
       Después de un paseo por aquella avenida nos detuvimos en aquella esquina en la que yo había aparcado el coche, no teniendo otra intención que despedirme de él e irme a casa. Educadamente le pregunté si lo necesitaba que yo lo llevase a su hotel, pero se dignó a agradecerme el ofrecimiento y cogería un taxi para evitarme tanta vuelta por la ciudad. Algo me advirtió que no diese la noche por zanjada porque andaba muy a gusto con él, pero algo me decía que no era propio de mí pedirle un poco más de su tiempo. Tal vez tendría que madrugar o estuviese ocupado, pero era sábado. Así me di cuenta que estaba ante mi oportunidad. A punto de coger el taxi y yo de abrir la puerta del coche lo volví a llamar, pero la verdad es que cuanto más avanzaba hacia él más me costaba articular palabra alguna. Pensaba en que me inventaría para que se quedase otro rato más o intentaría parar ese temblor continuo de mis piernas. Extrañado por mi comportamiento, no hacía más que preguntarme si necesitaba algo, pero en verdad si necesitaba algo, a él. Me vi incapaz de soltar palabra así que me lancé sobre él, robándole el beso que hacía tiempo dejé de pedir de sus labios. No se apartó y eso me sumió en un estado desenfrenado en el que ya todo no estaba en manos de la razón o de mi buena educación. Ya no era yo la que hablaba, era mis ganas de remojar de nuevo mi corazón seco y agrietado.
        Estábamos tan enfrascados en lo que había ocurrido que ni me di cuenta, pero allí estaba en su hotel, a sabiendas que la habitación que él había cogido tenía los gastos pagados y eso se traducía en dormir toda la mañana y como no, desayuno gratis.
        No era propio de mi comportarme así, pero algo había conseguido sacar algo que no era normal en mí, aún así me gustaba tener esa sensación. Así que nos veíamos besándonos por los pasillos del hotel parándonos de puerta en puerta para rellenar ese imaginario depósito de pasión, que a mi parecer ya andaba rebosando. Encontró su habitación y de un portazo allí nos quedamos fundiendo nuestros labios de la forma más obscena, a la vista del típico reprimido ultracatólico o agradable para alguien que prefiriese ver nuestra escena a los canales de prepago a altas horas de la noche.
        No hacía cuenta de la ropa que andaba esparcida por el suelo. No importaba si al día siguiente tuviese que estar buscando mi ropa un buen rato, o incluso si hubiese perdido mis bragas y no hubiese sitio donde encontrarlas. Repito, me daba exactamente igual. La ocasión lo merecía con tal de sentir de nuevo sus manos sobre mi piel, sus besos salvajes o la manera en la que siempre me hacía caer en la tentación. Nos rebozábamos por toda la cama sin importarnos nada quien estuviese en la habitación de al lado y cuánto les molestaríamos. No podía ocultar mi estado cada vez que paseaba mis piernas entre besos y caricias que lo recorrían todo hasta los jardines más ocultos de mi cuerpo. Quería sentirlo como fuese, de una forma u otra, pero sentir que nunca me había equivocado al no olvidar a aquella persona, pero era así, ésta es una de las pocas formas que te da la vida de demostrarlo aunque antes de subir al taxi, mi beso lo dejó bastante claro. El desenfreno estaba servido y la razón me fallaba tanto que no sabía si donde mordía eran sus labios, su cuello o alguna otra parte de su cuerpo. No tenía intención de comportarme como una mojigata esta noche, por lo que no iba a tener a ninguna santa en la cama.
       Al fin y al cabo la noche no podía ser eterna, así que no teníamos más remedio que descansar. Me había comentado que al día siguiente tendría una reunión y extraje de ahí que tendría prisa. Por lo que esta mañana, enroscada entre las sábanas temo volverme y no encontrarle en su sitio. Como si de un polvo caballeroso se hubiese tratado, pero que en definitiva lo de caballeroso o no acaba siendo un polvo como otro cualquiera y esa palabra acaba eliminando el recuerdo más romántico. Tengo miedo y me niego a darme la vuelta para cerciorarme de una vez por todas de mi error, pero observo que la mesita está ocupada por una bandeja con un desayuno enorme para dos personas. Menuda alegría fue la que me llevé cuando vi todo lo que a mi me gusta en ese almuerzo colmando aquella bandeja. Me sorprende que no haya olvidado ni un solo ingrediente de mis desayunos después de tanto tiempo. Para que pensármelo dos veces, me giro y aquí mismo está, durmiendo como un lirón. Se habrá levantado en algún momento y habrá pedido al servicio de habitaciones algún almuerzo para los dos. Pero vamos, para sus costumbres toda esa comida le ha importado poco viendo lo dormido que está. Retiro todo lo anterior, lo del polvo caballeroso y las tonterías que se me han podido pasar por la cabeza.
        ¿Sabéis esa sensación en la que intuyes que alguien te observa? Pues creo que esa es la sensación es la que ha tenido cuando lo he mirado durante largo rato, y aunque todo estuviese en silencio y pretendiese estarme quieta, a pesar de mis ganas, no ha hecho más que levantarle articulando suaves palabras con una amplia sonrisa.
       Algunas veces mirar al pasado no es tan malo como nos parece, porque por mucho que lo neguemos los recuerdos son esas hojas de papel escritas por ambas caras que vuelan entre torbellinos dentro de nuestra memoria. Esos torbellinos son tan fuertes que mueven esas páginas a lo más alto, en las que hay escritas cada una de las partes del pasado y que en alguna ocasión de nuestras vidas somos capaces de entrar hasta el fondo de ese remolino y coger al vuelo alguna de esas hojas que han estado flotando en el aire.
      Me gustaría seguir filosofando más de la vida pero como veréis tengo un acompañante digno de prestarle mi amor, así que si me permitís,de lo menos que tengo ganas ahora es de jugar al ajedrez dentro de la cama.


Porque retar al amor es tan solo demostrarle que el tiempo no es para él, sino para ti.







3 comentarios:

Rafaela Quintana dijo...

me encanta la inseguridad y el amor interior que tiene la chiquilla :3

otman dijo...

Me quito el sombrero, me ha encaantdo tu forma de expresar los sentimientos en esta publicación, un abrazo y mi más sincera enhorabuena.
Por cierto, me gustaría pedirte que te pasaras por mi nueva publicación, a ver qué te parece.

Francisco J. López Ávalos dijo...

!Realmente muy bueno! tienes mi voto para el concurso de Blogs en el que yo también participo. http://regalaleuncuento.blogspot.com.es/

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