lunes, 22 de diciembre de 2014

Lágrimas de clausura

     Publicado en la Revista Literaria Pluma y Tintero, nº 30, mayo-junio de 2015, Madrid.
ISSN: 2171-8288

    La felicidad se había convertido para Aurora en el sinsentido de una vida que la mala suerte accedió a prestarle. El silencio nunca había estado tan presente en la estancia como lo estaba aquella mañana en la que a la hermana Francisca no le salían las palabras necesarias para explicar el por qué de tan ilógica situación. No había razón alguna por la que no mirar con tristeza e impotencia la cara de Aurora, en aquel momento hinchada a causa de los moratones y rasguños a lo largo y ancho de su rostro. Eran tiempos horribles instalados en una sociedad destrozada y sin rumbo como había hecho de ella la posguerra en un intento por sobrevivir de la etapa más dura del franquismo en España. Cuánto tiempo habría que aguantar o el intento de remediar por sí sola esta situación eran argumentos sin cabida en los consejos a su ahora compañera y dueña de la casa.

     Aurora entre lágrimas suplicaba su confesión por parte de Sor Francisca fruto de su absurdo pensamiento de culpabilidad, pero esta se negaba al conocer el panorama por el cual la muchacha de tan solo treinta y dos años estaba soportando. Tan solo era oportuno el apoyo emocional que la brindaba y esa compañía a una persona tan vacía por dentro que no había remedio de no vérselo reflejado en esos bonitos ojos azules, ahora tan apagados como la viejas brasas de un hoguera consumida desde hacía años.

      Ella contrajo matrimonio con tan solo veinte años de edad con  Pedro, que por aquellos años había cumplido los treinta y uno, aún así la edad no importaba si los padres de la novia veían en su futuro yerno un hombre estable con principios y trabajador que haría posible que a su hija no le faltase de nada. Era uno de los muchos matrimonios infelices llevados a cabo bajo la presión hacia la novia por parte de su propia familia y la estabilidad que proporcionaba para la imagen del marido. Aunque un tanto extrema era de esas alternativas con posibilidades de salir de aquellos oscuros años de pobreza y de tanta necesidad. Aún así era de esperar que el amor en aquella relación no consiguiese calar muy hondo e hicieron falta cinco años más para ver la decadencia en los ojos de Aurora. Las palizas habían sido ininterrumpidas a lo largo de siete años las cuales se sucedían a cualquier hora y en cualquier sitio. Forzada a mantener relaciones sexuales y las vejaciones eran su día a día, algo de lo que nunca podía escapar. ¿Y de la sociedad de aquella época que se podía decir? Rumores, malas miradas y hasta marginalidad injusta hacia una mujer sin el amparo ni la protección de nadie. Aurora no dejaba de excusarse por los pensamientos impuros que había estado teniendo durante varias semanas sobre como poner fin a dicha barbaridad, a lo que contestó sor Francisca que ningún pensamiento o acto en defensa propia era comparable a aquella atrocidad hacia un alma exento de culpa.

       La visita no podía durar mucho tiempo, ya que Aurora debía de salir a hacer un recado importante y debería estar en casa antes de la llegada de su marido. Tras la marcha de la monja la casa volvió a ser tan oscura como lo había sido durante varios años y junto al silencio que emanaba de los rincones de la casa, tan solo se oían las cremas y el maquillaje, el cual ella trataba de ponerse para ocultar las heridas de los ojos de la gente que pudiera verla por la calle. El trayecto la llevó hasta los suburbios más alejados del centro de Madrid, barrios obreros en plena reconstrucción después de la guerra y plagados de marginalidad y pobreza extrema. Aguardaba a su contacto en un callejón apartado de las zonas más transitadas y donde no pudieran verla, esperaba una entrega importante y aquella oportunidad no pensaba desaprovecharla por muchas vueltas que le diese a la cabeza.

      Tras la vuelta a casa la comida estaba preparada y servida sobre la mesa del comedor, donde Pedro prefería comer mientras oía la radio antes que mantener una simple conversación con su mujer antes de volver de nuevo al trabajo. El marido no articuló palabra alguna a su llegada a casa, debido principalmente al enfado que mantenía del día anterior y con la que se produjo aquella brutal paliza. Aurora, sin embargo, pronunció un débil saludo sin apenas ser correspondido. El marido se limitó a sentarse en la silla y empezar a comer sin pausa alguna. Ella, por su parte, lo miraba en silencio desde un lado de la mesa haciendo como si de verdad importase algo lo que la radio decía de la actualidad del país. Unos minutos más tarde Pedro parecía carraspear demasiado con las lentejas servidas por su mujer, y eso mismo lo hacía constar con ofensivas palabras. Un instante después dejó de comer y agarrándose a su propio pecho notaba como le era imposible respirar hasta que cayó desplomado de su asiento fruto de un paro cardíaco. El cuerpo tendido en el suelo contrastaba con la frialdad de Aurora aun sentada en la silla mirándolo mientras en la radio cambiaban a la crónica de deportes de la cadena SER que tanto le gustaba a su marido. Lentamente se levantó de su silla y acercándose a la radio puso la emisora nacional. Justo en ese momento sintonizó los pasodobles que tanto le gustaba oír a Aurora. Al mismo tiempo se volvió a sentar para comerse su correspondiente plato de lentejas que había preparado para ambos, esta vez dejando apartado a un lado el de su marido. Media hora después llamó a las autoridades informando el haber encontrado a su marido muerto en el salón de la casa. La verdad de todo esto es que Aurora había esperado a su contacto en el barrio de Carabanchel Bajo para comprar una dosis de Aconitina, un veneno desarrollado por los soviéticos en la década de los treinta que mataba al instante a un individuo sin dejar ningún tipo de rastro mediante una parálisis respiratoria hasta rematar con un paro cardíaco. El velatorio y más tarde el funeral fueron trámites por los cuales no hubo más remedio que pasar a la hora de hacer el paripé para que nadie sospechara de su autoría, sin embargo, con treinta y dos años su vida ya hacía tiempo que se convirtió en una pesadez sin intención de dejarla dormir tranquilamente para el resto de su vida, pero al menos destruyó aquello que hacía más imposible su existencia.

      Fueron unos meses más tarde cuando los remordimientos no pudieron contenerse más en su interior. Una noche lluviosa y fría los golpes insistentes se sucedían en los portones del convento de Don Juan de Alarcón, cercano al centro de la ciudad. Fue la madre Angustias la encargada de abrir la puerta apresurada por los continuos golpes. Las integrantes de la orden de las Mercedarias Descalzas, arremolinadas por la expectación causada, fueron quienes vieron a una joven totalmente empapada hundida en su propio llanto. Aurora buscaba el refugio en las paredes de ese convento de los recuerdos que no había podido borrar de una vida entera, un corazón destrozado que no pudo recomponerse a tiempo y que la sociedad de aquel entonces hacía más difícil ser capaz de llevar una vida normal.

        Al fin se cansó de llorar y a todo hombre se negó de por vida. Sus lágrimas de dolor y de miedo pasaron a convertirse en una paz interior, a pesar de haber condenado a su corazón a una soledad eterna.


        Son los cobardes los que cortan las débiles alas del amor.




lunes, 4 de agosto de 2014

Satélites

    Claramente no vengo a dar clases de astronomía, pero me ha parecido interesante el significado de la palabra satélite. Está claro que no podemos concebir el universo sin planetas, ni a los planetas sin satélites. Sí, algunos de vosotros pensaréis que miles de millones de planetas en el universo orbitan en perfecta armonía sin ningún satélite que los acompañe, pero decidme: ¿no es triste mirar al cielo de noche y no ver nada?  

    Pues el amor es algo parecido a eso. Sabiendo que en el espacio pueden pasar las cosas más increíbles que los ojos puedan haber captado jamás. Hay astros que se salen de sus órbitas, planetas que se acercan a su final, planetas que son destruidos por la acción de sus propios satélites o viceversa, y otros que flotan en la inmensidad del espacio con total normalidad. Pues es a esto último a lo que me refiero. Satélite es ese compañero/a que te sigue a cualquier lugar, es ese ojo que conoce cualquier sitio inhóspito en tu superficie, ese amigo que siente cualquier catástrofe en tu mundo, o esa persona en la que somos capaces de quedarnos mirando toda la noche, y que tras despertar buscamos con ahínco para saber a dónde escapó.  

    Esa luna que alrededor de estos planetas orbita hace que se remuevan todas sus aguas, e incluso que no dejen de atraerse con una fuerza inagotable durante toda su vida. Es bonito saber que cada vez que levanta el vuelo a nuestro cielo es para dejarnos admirarla durante horas, y permitiéndonos pensar como sería caminar por su suelo, como una fantasía que se hiciese realidad cada vez que la noche permite ver un escenario tan mágico.

   Todos anhelamos una luna a nuestro lado, así que esos planetas que vagan en el universo con una noche tan oscura, sin ningún satélite que complemente a esas miles de estrellas, que se abstengan de decir que lo que digo es una pura equivocación porque simplemente es la verdad astronómica que rodea al amor.


Tan lejana en el día, pero una fiel compañera de noche que nadie jamás dudó en admirar.


sábado, 11 de enero de 2014

No le digas a nadie

       Todos alguna vez hemos deseado observar el horizonte desde lo alto de nuestro castillo, una fortaleza imponente, infranqueable y colmada de lujos en cada rincón. Pero en que se convierte ese majestuoso lugar cuando la soledad colmata ese abismo tan profundo, y tan solo la figura de una reina, que ocupe el otro lado del trono es capaz de llenar un castillo tan perfecto construido con la herramienta más maravillosa con la que el ser humano ha sido dotado, que no es otra cosa que aquello que habita en nuestro pecho, eso a lo que todos llamamos corazón y olvidamos en sí la verdadera función cumplida en nuestro interior, aparte de darnos la vida. Un simple músculo capaz de erigir la más grandiosa de las construcciones. Aquel capaz de colmatar de escombros los cimientos más sólidos de un pasado en busca de un futuro imperecedero y lleno de sentimiento. Experiencia de esas manos que agarran el pico extrayendo la roca más dura y bella, esculpiendo los sillares de unos muros que ni el odio, la mentira o la distancia puedan derribar, ni tan siquiera el rumor de la muerte tenga la idea de penetrar entre sus juntas. Murallas tan altas en las que el amor no tenga más remedio que tocar el cielo, rozar sus nubes o acariciar el sol sin miedo a quemarse. Los adarves recorrerían la cima de esos muros provistos de torres y almenas, permitiendo velar por ese amor oculto en su interior donde los fosos arrastrarían a cualquier infiel con el deseo de tocar unas paredes de un amor convertido en maldito si la ilusión de tenerlo lo corrompe. No pongamos puerta a un espacio que es solo nuestro y del que no nos plantearíamos salir. Para que un puente levadizo conecte con el exterior si lo tenemos todo aquí. Bailes de la corte, mercados con las mejores joyas que una reina se merecería y el vergel más precioso, convirtiéndose el jardín del Edén en una simple anécdota. No es lugar para tristezas, no hay sentido para locura. Desde la Torre del Homenaje admirarás la perfección de un reino en el que ni la pobreza, ni la miseria o la tristeza convergen en él. Izados quedan los estandartes donde la pasión y la pureza derrotan a la nación más envidiosa, buscando gloria en una tierra entre las pocas de haber sido conquistada. Para qué servirán esos mil honores colgando a las espaldas de un caballero si su reina no está a su lado. Qué hacer sin un pellizco de amor verdadero rompiendo esos males que acechan en el exterior de ese castillo, y que tan solo tú y yo somos capaces de hacer desaparecer con el pecado más pleno. Un único momento en el que el corazón se desconecta, ese instante en el que cada mitad se une tras la búsqueda incansable de su igual, y en ese aposento más recóndito del castillo consigue encontrar para unir esa inscripción a fuego que ni en siglos consiguieron averiguar:


Aunque la soledad te haga dueña de mi cama y por la noche entre por esa puerta,
perderás tu calma pero dormida nunca te faltará un te quiero, aunque tus sueños impidan oírlo. Mi brazo siempre descansará en tu vientre,  aunque te hagas dueña de nuestro nido y por mucho que caiga de él, siempre pensaré que nado en tu mar más profundo. Cuál fue la fórmula por la que caí en tu primer beso.


       Si bien, todos coincidiremos que toda fantasía siempre ha tenido algo de realidad, y es lo propio cuando pensamos que a muchos nos gustaría ser ese rey acompañado de esa mujer irrumpiendo en nuestro interior, y no como un ente molesto que destroza nuestra vida y la molesta sin cesar, sino como esa necesidad de idolatrar lo más bello que te puede ofrecer la vida, y ese es el amor. Ellas pensarán en la falsedad de esto, que en esta vida no hay lugar para reinas o princesas de cuento, pero si en algún momento ésta es la conclusión, perdónenme pero es una equivocación de lo más inútil a la que se puede aspirar. Aquella persona capaz de disfrutar de un insignificante soplo del querer por parte de otro igual, aunque los muros no toquen al cielo ni su reino sea el más basto del mundo conocido o su vida esté llena de quebrantos, no tendrá más remedio en afirmar que goza del fruto más querido durante siglos por la humanidad, e irremediablemente repito que ese es el amor.



No le digas a nadie que construyeron un castillo en tu nombre, que tuviste al más bohemio de los caballeros y que cada batalla perdida fue un beso menos que dar, pero ante todo no le digas a nadie quien muere izando tu estandarte por amor.




martes, 24 de diciembre de 2013

Sorteo de 6 ejemplares del libro 18 Billetes a la realidad ¡Participa!

Ya hacía tiempo que pensaba hacer un sorteo del libro, y sinceramente creo que estas navidades es el momento perfecto para hacerlo. Por ello he decidido sortear 6 ejemplares de mi libro 18 billetes a la realidad para el próximo día de Reyes (6 de Enero de 2014). El sorteo es gratis y sencillo a la hora de inscribirse.





BASES
Participar en el sorteo es muy fácil. Tendréis de plazo hasta el 4 de Enero de 2014. Tan solo tenéis que seguir estos sencillos pasos:

1ª Este sorteo solo está dirigido a residentes en  España y Portugal.

2ª Enviar al correo electrónico 18billetesalarealidad@gmail.com tus datos para el envío postas en caso de seguir elegido.

- Nombre y Apellidos
- Domicilio (bien especificado, por favor)
- Población
- Provincia
- Código Postal
- Correo electrónico

3ª Un “Me gusta” para la página de Facebook de 18 Billetes a la realidad y compartir en tu biografía de Facebook alguna de las entradas que aparecen en dicha página.


SORTEO
El Sorteo se realizará el día 5 de Enero de 2014 (Día de Reyes) y se darán a conocer el día 6 de Enero vía Twitter, Facebook y por este Blog.


ENVÍO A LOS GANADORES
El envío de los ejemplares a quienes hayan ganado el sorteo correrá a cargo del organizador, por lo que quienes salgan elegidos no tienen de qué preocuparse. Los ejemplares se enviarán por correo postal, siendo recibido en los días posteriores y firmados por el autor.






miércoles, 4 de diciembre de 2013

Entre dos mundos

       Publicado en la Revista Literaria Pluma y Tintero, nº 33, enero-febrero de 2016, Madrid.
ISSN: 2171-8288


      Sin lugar a dudas, muchos habremos oído historias sobre magia y criaturas fantásticas que pueblan los bastos territorios irreales de nuestra imaginación. Seres de otro mundo que acaban por convertirse en el relleno de esos espacios vacíos de nuestro interior,que ni siquiera nosotros mismos, los humanos, somos capaces de complementar. Una de tantas leyendas que colman la sabiduría popular es la del famoso duende Pyloo, conocido por favorecer el amor y la unión de aquellos que se cruzan por su camino, a veces incluso, dedicándose a juntar amores por simple diversión con tal de matar el rato en los mágicos bosques, que se han convertido en su hogar para el resto de la eternidad.

Esa como tantas otras historias llenaban las páginas de aquel libro que Frida leía, sin mucho interés que digamos. Ni un ruido en el salón, y ella tumbada en el sofá junto a la tenue luz de la lámpara intentando matar el tiempo, pero la verdad es que ese libro no hacía más que aburrirla. El silencio se había apoderado de su vida, y no es que sufriese de sordera o hubiese hecho un pacto de sigilo, pero entre lo poco sociable que se presentaba frente a la sociedad y que el pasado no había sido muy justo con ella, si así se puede decir, no había terminado en otra cosa que pasar la vida con más expectativas que las de ver a los demás disfrutar de sus alegres y ajetreadas vidas. Triste, pero cierto. Cansada de la lectura buscaba cualquier otra tarea que la mantuviese entretenida, ese era el principal problema de no ser tan amigable con el mundo, que te faltan amigos por todos los rincones. Su dedo paseaba los tabiques de su apartamento hasta toparse con la puerta del baño, aunque probablemente podría haberse confundido con un trastero por la cantidad de bártulos que se encontraban repartidos por el servicio. La acumulación de ropa sucia en un rincón, unido al exceso de productos cosméticos colmando las estanterías, hacía de aquel lugar un completo caos. Poco organizada, o como las personas más orgullosas de esta práctica calificarían de desinterés por mantener el orden, y si alcanzamos el extremo más opuesto solo tiene un calificativo, y no viene a ser otro que el de guarra/o. Un par de minutos para recoger todo ese desorden y centrarse en el verdadero lío. Una veintena de potingues, lápices de labios, rímel y otros tantos artículos de maquillaje que, si se fuese un poco moderado se pensaría que la belleza siempre tiene un precio, pero con tal panorama era fácil pensar que apoyaba su autoestima tras esa capa de maquillaje inútil, pero socialmente aceptado. Hoy no era ese día, para nada necesitaba el maquillaje si ni siquiera había salido al balcón para ver el día tan precioso que hacía.

Similar pesimismo, pero por diferentes causas. Esa era la misma frustración de Alex, un joven que había pasado de ser el más puro sentimental a desear perderse en una isla desierta durante un tiempo. Pensaba que era lo propio cuando hasta el amor, si de alguna manera podía seguir llamándose así, había alcanzado su culmen más bonito para caer igual que una montaña rusa, es decir, en picado. Ahora las discusiones con Carolina, su novia, habían pasado por todos los estados posibles de una relación: rupturas, reconciliaciones, frustraciones, silencio, o lo que es más triste y difícil de aceptar, dar la mano al olvido para imaginar como sería tu vida sin esa persona. Esta vez, el inicio lo tuvo un simple hecho como la elección de un canal televisivo. Algo que si cualquier persona se pone a pensar, un pareja compenetrada le importaría más bien poco que ver en esa caja tonta. Por esto y otras tantas razones, el amor había pasado de ser mutuo a convertirse en una mina de puro egoísmo. En esa discusión, independientemente de lo estúpida que fuese, conseguía recopilarse buen número de reproches e incluso signos claros de un replanteamiento o ruptura clara de la relación.

Antes las cosas hubiesen sido de otra manera, pero ahora cualquier cosa era mejor que aguantar aquel sufrimiento inútil. Encerrado en el baño, una ducha le ofrecía la calma necesaria para serenarse un rato y olvidar el mal trago ocurrido minutos atrás, eso sí, al igual que Carolina que decidió salir de la casa. No es que le preocupase especialmente, pero sabía perfectamente que al igual que el necesitaba una ducha para calmarse, ella pensaba lo mismo de un buen paseo por la ciudad. Frente al espejo terminaba de vestirse con cierta parsimonia, no tenía nada mejor que hacer aquella tarde.

Por su parte, Frida continuaba colocando sus preciadas cremas, cuando de repente delante de ella apareció la figura de un joven. A simple vista parecía que estuviese acomodándose la camiseta y terminando de secarse el pelo. Frida extrañadísima de aquel suceso miraba a cualquier ángulo del cuarto para saber si algo era capaz de proyectar esa imagen, pero pensándolo bien nadie había pasado a su piso, era una broma demasiado compleja pero no se le ocurría nada más. Al otro lado, Alex, del mismo modo, comenzó a percibir una chica dándole la espalda, y sorprendido igualmente empezó a inspeccionar el marco de cristal y a manosear la superficie dejando las huellas marcadas.

— ¿Hola? —dijo el joven con la duda de si esa persona era capaz de oírlo, o tan siquiera de notar su presencia—. ¿Puedes verme?

— Sí.... —contestó cohibida.

No cabía duda de lo extraño de aquel suceso, pero la verdad es que al menos una sensación agradable y un tanto placentera recorría la mente de los dos individuos, ahora uno enfrente del otro. No se tenían miedo, tan solo ese sentimiento de incomodidad cuando deseas algo y la timidez te echa atrás. Frida se envolvía en puro deseo. Era la cosa más excitante que había tenido lugar en su vida desde hacía mucho tiempo y, para ser más exactos, el chico era enormemente bello para ella. A Alex le apetecía tocarla, incluso besarla si no lo impidiese el propio espejo. Ambos sabían que nada sería igual después de aquella experiencia y comprendían que si esta no era la ocasión, ya no habría más oportunidades. Querían más el uno del otro, y por una vez en sus vidas, sabían que existía un futuro más allá de ese espejo.

— Me gustaría poder tocarte.... —deseaba la muchacha en voz alta, acariciando el rostro de aquel ente confinado en aquel espejo—¿Cómo puedo saber que existes de verdad?

— Porque estaría dispuesto a todo por coser mis labios a los tuyos con tal de no dejar de verte.

Una sensación extraña recorrió el cuerpo de Alex cuando tras tocar el espejo comenzó a percibir en sus dedos un elemento viscoso, pero en el que aún podía reflejarse. Aquello lo llevó a introducir un brazo, y al ver que no era nada peligroso se introdujo por completo en el espejo hasta desaparecer dentro de éste. Frida intrigada se preguntaba porqué aquel joven había desaparecido de repente. Todo se había difuminado en cuestión de segundos, y a la vuelta de la nitidez ya no se encontraba en el espejo. El pintalabios fue el objeto elegido para lanzar a causa de la decepción, con la sorpresa que en aquella ocasión no rebotó. Al contrario, se sumergió en el mismo líquido reflectante que tanto había llamado la atención a Alex, pero igualmente extraño para Frida. Ella fue más cauta introduciendo la mano poco a poco, después la cabeza y una vez segura de entrar en aquel lugar, subió al lavabo de la forma más patosa que podría encontrarse y huyó de la habitación.

El destino fue una espesa arboleda llena de misterio e inquietud para Frida. En cuestión de segundos todo había cambiado drásticamente. Quien imaginaría que por traspasar un espejo se encontraría allí, arrodillada sobre la hierba y en medio de un bosque lleno de colores y arboles gigantescos que tapaban los pocos rayos de sol que penetraban por el follaje de las ramas. Un lugar encantador lleno de sonidos inquietantes y placenteros al mismo tiempo, y donde la vida surgía de cualquier rincón. Asombrada por el que consideraba un bosque mágico, se dio cuenta que su ropa había desaparecido dando lugar a un vestido de seda de un intenso color verde oscuro. Sus piernas eran cubiertas por la largura de la falda, al mismo tiempo que su cabello brillaba como nunca lo había hecho. Entre los sonidos tan relajantes de dicha atmósfera, las mariposas revoloteaban por los alrededores. Las había de multitud de especies, formas y colores. Admiraba sus tonos y formas una vez que éstas se posaban en las hojas. Aunque no era gran fanática del mundo de las mariposas, al menos distinguía a varias de ellas, entre ellas la conocida como la Mariposa Esmeralda caracterizada por el mismo color que le da el nombre. Parecida a esta pero con tonalidades azules y negras veía a la Ulises, incluso la Mariposa cebra volaba con sus estrechas alas blanquinegras. Pero fue una, solo una de ellas la que llamó por entero la atención de Frida, era la especie denominada Fabiola. La más pequeña de ellas pero sin duda la más hermosa, con la que cualquier persona quedaría embobada. Frida ofrecía su dedo para que el insecto se posase mientras ella admiraba su forma y colorido. Un juego perfecto de tonalidades azules, contorneada de negro y de esos finos pelos táctiles que recubren su pequeño cuerpo. Sin embargo, un sonido desconcentró a la protagonista y el insecto se marchó volando. Éste provenía de la espesura del bosque. Aunque ese sitio fuese desconocido para ella, decidió seguir esa melodía tan alegre y rítmica, producida inconfundiblemente por los labios de alguien en forma de silbido. Tumbada sobre un rama se encontraba una extraña criatura de la que solo los cuentos solían hablar. De pequeño tamaño y con unas orejas puntiagudas silbaba bastante animada. Vestía una camisa verde oliva junto a unas botas de cuero y complementado, eso sí, con su inconfundible y característico gorro.

—Perdona. preguntó la huésped observando al duende—. ¿Podrías decirme donde estoy?

Ante la interrupción de su melodía, el duende observó como la joven se acercaba. De repente, éste se incorporó y saltó de rama en rama hasta perderse de vista entre los árboles. Qué era lo que había ocurrido con su espejo, ese extraño joven que desapareció y por qué estaba allí, se convertían en preguntas sin respuesta.

Tras varios minutos caminando en la misma dirección por la que se perdió aquel duende, Frida llegó a un lugar que la impresionó aún más. Desde su posición podía ver una casa de piedra erigida en varias plantas y cubierta en gran parte por la hiedra. No tenía ninguna pinta de estar habitada, y al parecer hasta ese pudiese haber sido el lugar idóneo donde aquel pequeño ser podría haberse escondido. ¿Sería su hogar? Decidió acercarse a la entrada y ver la monumentalidad de aquel edificio tan bonito que desearía cambiar automáticamente por su viejo y asfixiante apartamento. Una escalinata y una puerta eran la carta de presentación de aquel hogar tan mágico. Fruto del golpeo de la aldaba sobre el portón, éste se abrió tímidamente, otra prueba más de la ausencia de inquilinos.

Una escalera en el centro de la estancia conducía al piso superior, mientras que el resto de la planta baja se cubría en cierta parte por la hiedra que penetraba entre las piedras desde el interior. Lo más llamativo para ella, es que a pesar del abandono de aquella casa, las alfombras que conducían a las dependencias de la casa aún seguían en perfectas condiciones y guardando su color rojo aterciopelado. Incluso los candelabros consumían la llama y fundían las velas con normalidad. Paseó por toda la casa inspeccionando comedores, balcones, pasillos y biblioteca, pero ni rastro de nadie. Sólo quedaba una única puerta en toda la casa, y ésta se encontraba entornada. Curiosa pero, al mismo tiempo, guardando la cautela entró admirando el dormitorio tan bonito que se encontraba allí representado. Sin embargo, uno de los muebles era cubierto por una sábana blanca, que al descubrirlo se dio cuenta que era un espejo precioso. Nada en especial, aparte del lujoso marco dorado. La reflejaba completamente, sin nada parecido al que la había traído a ese mundo.

Oyó como se cerraba la puerta de la habitación, y unos pasos se dirigían hacia ella. Alex se posicionó tras ella, acariciando cada uno de los recovecos de la piel de su compañera. El espejo los atrajo a un lugar de donde nunca querrían irse, así que ese fue el motivo por el cual Alex recogió la sabana del suelo y cubrió de nuevo el espejo. Ambos eligieron tener un poco más de lo que tenían, y solo la magia les otorgó una única oportunidad para no arrepentirse. Y ante todo este panorama, irremediablemente el cotilla de Pyloo que había despistado fácilmente a Frida, y que sin duda alguna, fue el principal causante de todo este jaleo, ahora sonreía y mecía sus piernecitas sentado en el dosel de la cama en la que se forjaba aquel acto de amor que tanto lo caracterizaba.



En un mundo como el nuestro lleno de oscuridad el amor, sin duda, es la prueba fehaciente que la magia existe. 




sábado, 23 de noviembre de 2013

Una Vida Simpática finalista en BLOG LITERARIO 2013 (Club de Escritores)

Como todos ya sabréis, el blog Una Vida Simpática, ha concurrido este año en el certamen BLOG LITERARIO 2013 organizado por la asociación Club de escritores

Gracias a vuestro apoyo, seguimiento y las aportaciones con las que muchos de vosotros habéis contribuido ha hecho que Una Vida Simpática se haya convertido en finalista (dentro de los diez más votados) de estos premios en los que han participado más de 120 blogs hispanohablantes, todos ellos entorno al mundo de la literatura. 

Muchas gracias, porque sin duda supone un logro para mí, como autor de este rincón literario como para todos aquellos que lo seguís y disfrutáis con él. 


lunes, 27 de mayo de 2013

Cómo robarle un beso a tu boca

       Cuanto más me acercaba a la entrada de aquel lugar más me latía el corazón, y no es que sufriese de taquicardias, sino que era ese miedo por el que no sabes que te vas a encontrar al otro lado de esa puerta y que tan siquiera sabes lo que transmitirá. Pues para eso estaba yo, para ser la tonta del bote que se asustase por volver a ver a quien no había dejado de extrañar desde hacía ya un tiempo. Por muchas ganas que tuviese de asistir, había intentado por todos los medios mantenerlo en secreto, y eso me hacía parecer más orgullosa de lo que en verdad era.
        Plantada frente a la puerta de aquel palacio de conferencias decidí entregar la invitación que con suerte había conseguido. Uno de los porteros de la entrada de la sala me advirtió que la charla había comenzado hacía ya unos minutos, y por supuesto mi cara de angustia llegó hasta límites desconocidos cuando decidí abrir la puerta. ¡Imposible no pasar inadvertida! Todo el mundo sentado mientras los conferenciantes debatían sobre sus aburridos temas, y yo de pie en medio de la sala. Apunto estuve de salir corriendo y volver a mi casa para evitar que la vergüenza, sin hablar que ese color enrojecido por toda mi cara pudiese ser producto de la mofa de alguna persona. Más aún por el peligro a que él se diese cuenta y pensase que seguía siendo igual de patosa que siempre.
       Tras un rato buscando algún sitio disponible, encontré un asiento en un lugar alejado de la mesa de debate, más bien en la posición idónea para estar más a mi rollo. Para ser sincera no presté nada de atención a aquella charla, ya que mis pensamientos y mis recuerdos volaban en mi cabeza como las bolas Quaffle en los partidos de Quidditch de las famosas novelas de J.K. Rowling. Él era el típico hombre de estudios que había estado cogiendo cualquier oportunidad de trabajo que le habían ofertado y nunca dudaba en marcharse si eso le daba la opción de cambiar de aires. Y no es que me dejase de importar su vida, pero simplemente no tenía ganas de estar escuchando una charla poco interesante cuando en verdad había venido a verle a él. Me notaba algo inquieta, y no se si fue por la novedad de volverlo a ver o por el estrés del viaje y las prisas que habían ocasionado en mí algún estado de alteración propia del estrés. Tendría que decirle algo porque no habría venido aquí para nada, así que me dispuse a ordenar todos los papeles que me habían dado, a los cuales solo había dado un pasada por encima para acabar metiéndolos en mi bolso. Pero bueno, al fin y al cabo no me caracterizo por tener mucha prisa para las cosas y me pilló el toro. Sin darme ni cuenta estaba plantado frente a mí, saludándome alegremente tras el tiempo que habíamos estado sin vernos. Para decir la verdad, incluso me sentí alagada por que él se acercarse a mí. Con los dos pertinentes besos y los ¿qué tal estás? acabó pidiéndome una cita. En verdad no tenía intención de quedar con él porque lo único que buscaba era saludarle y preguntarle que tal le iban las cosas, pero para nada me planteaba la proposición de una cita. Al final me decanté por su propuesta, que no fue más que tomarnos un copa en un reconocido bar de al lado y disfrutar de la agradable compañía. Era invierno así que no había otra opción que olvidar la terraza de esos días de buen tiempo y dirigirnos al interior del local. Un Gin Tonic de Brockmans para él y un Tanqueray para mí, una recomendación que me había dado el camarero de aquella coctelería.
       Me daría un par de bofetadas a mí misma por pensar que habría cambiado lo suficiente para que no valiese la pena, pero estaba equivocada. Seguía siendo el mismo, con esa risa que lo caracterizaba y esa impulsividad que no trató de calmar ni por un segundo. Me contó que había estado dando tumbos por todas partes esperando entender que es eso a lo que llaman “mundo”, pero los últimos meses se había estado planteando sentar un poco la cabeza y dedicarse a lo que de verdad merecía la pena en la vida. Yo por otra parte, había cambiado poco. Es más me considero la típica persona monótona que necesita de alguien propenso a hacer de su vida un show para que al menos no cayese en la triste rutina. Todo este tiempo me había dedicado a llevar mi vida profesional a buen cauce y el conseguirlo me había hecho andar por un hilo inestable que al final había acabado por romperse, y con eso solo me refiero a las relaciones que había tenido, que aunque pudiesen contarse con menos dedos de los que tengo en una mano, habían acabado siendo recuerdos. Él por su parte, claro que había conocido otras chicas, pero aunque por mi propio bien me importa poco saberlo o prefería no saber nada. Al parecer él había acabado haciendo de tripas corazón porque por más que queramos la vida no sale como uno quiere, pero no hay más remedio que sobreponernos a lo que nos viene. Y es ahí cuando encontré las palabras más sabias que había oído en todo el día.
        Seguía un tanto alterada y el cóctel ya me hacía tener un risa tonta que no podía disimular. Yo creo que la tensión se relajó un poco entre la conversación, la música de fondo y la bebida. A pesar de todo me contentaba que todo le fuese bien. Él no paraba de decir que me veía perfecta, que el tiempo no había pasado para mí. En fin, es lo que hacemos todos en muchas ocasiones para alagar a la otra persona. Puede ser que uno mismo lo vea, pero tan solo intentas sacar una sonrisa de tanta oscuridad. De todas formas y a sabiendas de ello preferí cegarme por esas palabras y sentirme alagada siendo ese su objetivo desde el principio.
       Habían pasado dos horas y seguíamos de madrugada en el bar. Después de tomarnos aquellos cócteles, con una lentitud que no era nada normal y tras la larga charla que tuvimos, decidimos levantarnos. Ya en la calle no paraba de preguntarme en mi interior que sería de nosotros después de aquella noche, pero algo me decía que estuviese tranquila.
       Después de un paseo por aquella avenida nos detuvimos en aquella esquina en la que yo había aparcado el coche, no teniendo otra intención que despedirme de él e irme a casa. Educadamente le pregunté si lo necesitaba que yo lo llevase a su hotel, pero se dignó a agradecerme el ofrecimiento y cogería un taxi para evitarme tanta vuelta por la ciudad. Algo me advirtió que no diese la noche por zanjada porque andaba muy a gusto con él, pero algo me decía que no era propio de mí pedirle un poco más de su tiempo. Tal vez tendría que madrugar o estuviese ocupado, pero era sábado. Así me di cuenta que estaba ante mi oportunidad. A punto de coger el taxi y yo de abrir la puerta del coche lo volví a llamar, pero la verdad es que cuanto más avanzaba hacia él más me costaba articular palabra alguna. Pensaba en que me inventaría para que se quedase otro rato más o intentaría parar ese temblor continuo de mis piernas. Extrañado por mi comportamiento, no hacía más que preguntarme si necesitaba algo, pero en verdad si necesitaba algo, a él. Me vi incapaz de soltar palabra así que me lancé sobre él, robándole el beso que hacía tiempo dejé de pedir de sus labios. No se apartó y eso me sumió en un estado desenfrenado en el que ya todo no estaba en manos de la razón o de mi buena educación. Ya no era yo la que hablaba, era mis ganas de remojar de nuevo mi corazón seco y agrietado.
        Estábamos tan enfrascados en lo que había ocurrido que ni me di cuenta, pero allí estaba en su hotel, a sabiendas que la habitación que él había cogido tenía los gastos pagados y eso se traducía en dormir toda la mañana y como no, desayuno gratis.
        No era propio de mi comportarme así, pero algo había conseguido sacar algo que no era normal en mí, aún así me gustaba tener esa sensación. Así que nos veíamos besándonos por los pasillos del hotel parándonos de puerta en puerta para rellenar ese imaginario depósito de pasión, que a mi parecer ya andaba rebosando. Encontró su habitación y de un portazo allí nos quedamos fundiendo nuestros labios de la forma más obscena, a la vista del típico reprimido ultracatólico o agradable para alguien que prefiriese ver nuestra escena a los canales de prepago a altas horas de la noche.
        No hacía cuenta de la ropa que andaba esparcida por el suelo. No importaba si al día siguiente tuviese que estar buscando mi ropa un buen rato, o incluso si hubiese perdido mis bragas y no hubiese sitio donde encontrarlas. Repito, me daba exactamente igual. La ocasión lo merecía con tal de sentir de nuevo sus manos sobre mi piel, sus besos salvajes o la manera en la que siempre me hacía caer en la tentación. Nos rebozábamos por toda la cama sin importarnos nada quien estuviese en la habitación de al lado y cuánto les molestaríamos. No podía ocultar mi estado cada vez que paseaba mis piernas entre besos y caricias que lo recorrían todo hasta los jardines más ocultos de mi cuerpo. Quería sentirlo como fuese, de una forma u otra, pero sentir que nunca me había equivocado al no olvidar a aquella persona, pero era así, ésta es una de las pocas formas que te da la vida de demostrarlo aunque antes de subir al taxi, mi beso lo dejó bastante claro. El desenfreno estaba servido y la razón me fallaba tanto que no sabía si donde mordía eran sus labios, su cuello o alguna otra parte de su cuerpo. No tenía intención de comportarme como una mojigata esta noche, por lo que no iba a tener a ninguna santa en la cama.
       Al fin y al cabo la noche no podía ser eterna, así que no teníamos más remedio que descansar. Me había comentado que al día siguiente tendría una reunión y extraje de ahí que tendría prisa. Por lo que esta mañana, enroscada entre las sábanas temo volverme y no encontrarle en su sitio. Como si de un polvo caballeroso se hubiese tratado, pero que en definitiva lo de caballeroso o no acaba siendo un polvo como otro cualquiera y esa palabra acaba eliminando el recuerdo más romántico. Tengo miedo y me niego a darme la vuelta para cerciorarme de una vez por todas de mi error, pero observo que la mesita está ocupada por una bandeja con un desayuno enorme para dos personas. Menuda alegría fue la que me llevé cuando vi todo lo que a mi me gusta en ese almuerzo colmando aquella bandeja. Me sorprende que no haya olvidado ni un solo ingrediente de mis desayunos después de tanto tiempo. Para que pensármelo dos veces, me giro y aquí mismo está, durmiendo como un lirón. Se habrá levantado en algún momento y habrá pedido al servicio de habitaciones algún almuerzo para los dos. Pero vamos, para sus costumbres toda esa comida le ha importado poco viendo lo dormido que está. Retiro todo lo anterior, lo del polvo caballeroso y las tonterías que se me han podido pasar por la cabeza.
        ¿Sabéis esa sensación en la que intuyes que alguien te observa? Pues creo que esa es la sensación es la que ha tenido cuando lo he mirado durante largo rato, y aunque todo estuviese en silencio y pretendiese estarme quieta, a pesar de mis ganas, no ha hecho más que levantarle articulando suaves palabras con una amplia sonrisa.
       Algunas veces mirar al pasado no es tan malo como nos parece, porque por mucho que lo neguemos los recuerdos son esas hojas de papel escritas por ambas caras que vuelan entre torbellinos dentro de nuestra memoria. Esos torbellinos son tan fuertes que mueven esas páginas a lo más alto, en las que hay escritas cada una de las partes del pasado y que en alguna ocasión de nuestras vidas somos capaces de entrar hasta el fondo de ese remolino y coger al vuelo alguna de esas hojas que han estado flotando en el aire.
      Me gustaría seguir filosofando más de la vida pero como veréis tengo un acompañante digno de prestarle mi amor, así que si me permitís,de lo menos que tengo ganas ahora es de jugar al ajedrez dentro de la cama.


Porque retar al amor es tan solo demostrarle que el tiempo no es para él, sino para ti.







martes, 7 de mayo de 2013

Una Vida Simpática


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No le digas a nadie

Entre dos mundos

Como robarle un beso a tu boca 

Tostadas para desayunar









jueves, 29 de noviembre de 2012

Tostadas para desayunar

      Temprano había corrido las cortinas de la habitación y decidió abrir la ventana de par en par. Esa mañana el sol hacía entrada de la manera más placentera posible, a pesar que los días anteriores hubiesen sido una continúa sucesión de mal tiempo, viento y lluvia que quitaba las ganas de reír hasta al más alegre de los niños.
       Asomando la cabeza por la ventana percibió una agradable estampa. El sol expandía su manto hasta donde  su vista podía contemplar. Los pájaros se posaban de rama en rama y los árboles destacaban por su verde intenso. Pero lo más agradable, y que por supuesto más le llamó la atención, fue esa suave brisa que llamaba a cualquiera a dar un paseo para disfrutar del buen tiempo. Parece que el día había empezado de la mejor manera, pero había que esperar a que nada interrumpiese la buena armonía.
      Sin camiseta y tan solo con un pantalón corto de noche, tal y como había dormido, salió de la habitación con la certeza de encontrarse solo en casa. Dispuesto a prepararse el desayuno, la tostadora ya avisaba del fin de su tarea y el vaso casi rebosaba del zumo de naranja que acompañaría a las tostadas. Con el desayuno listo, se acercó a aquella mini cadena y puso la primera emisora en la que se pudiese disfrutar de una buena música, un tema de rock melódico. Subiéndole el volumen la música recorría toda la casa e incluso se oía cómo escapaba por el patio interior del edificio. Caminaba bailando por el pasillo a la vez que portaba el plato con las tostadas y el zumo en dirección al salón. Pensándolo mejor, el buen tiempo le invitaba a desayunar en la terraza, así que dejó de  lado el plato. Tan solo se llevó consigo la tostada que iba mordiendo mientras admiraba el cielo despejado que había dejado tanta lluvia en los días anteriores.
       Tanto espacio para mirar y su vista se clavó justo al frente de su posición. Al otro lado de la calle, su vecina preparaba el desayuno en la cocina con una ropa interior algo sugerente. Su pelo castaño y rizado le daba una sensualidad que unido a la belleza de su cuerpo, y a esa ropa interior que insinuaba más de lo que en verdad dejaba ver, volvería loco a cualquier hombre. Aparentemente no diferenciaban mucha edad. Con una ligera sonrisa avanzaba hasta la barandilla con un tazón de leche esperando algo de tranquilidad para bebérselo. Lo admiraba todo, desde coches a personas que andaban por la acera sin ninguna preocupación, pero ni rastro de atención a quien tenía al otro lado de la calle. Finalmente, el interés del chico fue premiado con una ligera sonrisa, que por la vergüenza se escondía tímidamente tras el tazón de leche. Atenta a la reacción del chico, un guiño le llegó por contestación.
       No se sabe que pasó pero minutos después de lo que ni siquiera podría haberse llamado conversación, sino una mera gestualización, ambos desaparecieron de sus respectivos balcones. Tan solo podía observarse una tostada mordida y el vaso de zumo lleno, tal y como había llegado a la mesa. 
      Visto así, de nada había servido levantarse de la cama para que media hora después se volviesen a correr las cortinas y tirarse a la cama con otra sensación que llevarse a la boca. No se sabe si fueron los guiños, un par de sonrisas o las caricias en sus pieles desnudas, pero esa mañana otro desayuno armonizaría esta historia, esta vez para dos.


¿Y tú que tostada quieres desayunar?



@Eddy_ra

domingo, 30 de septiembre de 2012

El sabor del poco a poco

       Para nada consideraba que fuese un día normal, y así lo demostraba mi dedo al pulsar con nerviosismo el timbre de su apartamento. Gracias a Dios mi insistencia se vio recompensada con Cristina, su compañera de piso, mostrando más una cara de sueño que ganas de verme.

— ¿Qué haces aquí a estas horas? preguntó con extrañeza mientras me recibía con la puerta entreabierta y su pijama rosa preferido. 
— Necesito verla... contesté.
— Debes de echarla de menos, ¿eh?

       Demasiado se quejaba. Tan solo eran las ocho de la mañana pero tratándose de un sábado tal vez hubiese molestado más de lo debido. En esos momentos poco importaba. Con cuidado abrí la puerta de su habitación para evitar que se sobresaltase innecesariamente.
       Parece mentira que una verdadera mujer pueda yacer como una niña. Enroscada en su edredón dormía de forma tan profunda que era imposible que se percatarse de  mi presencia en su habitación sin cita previa. A pesar del frío tan intenso del invierno se metía en la cama con la camiseta de mi último viaje a Lisboa, hace ya más de un año, y  su modesta ropa interior. Sentado justo al lado de ella, mis besos acariciaban su mejilla para darle los buenos días. Susurrándole a la oreja le dije:

— Silvia…

       No hacía más que revolverse. Ella esperaba encontrar la tranquilidad suficiente para volver al sueño en el que había estado inmersa, aunque tras varias vueltas de incomodidad se topó con mi brazo y entreabriendo los ojos dijo:

— Si piensas despertarme será para decirme que piensas dormir conmigo lo que reste de día.
— No... contesté en voz baja intentando guardar el silencio que existía en el ambiente.
— ¿Entonces, por qué tanta prisa? dijo Silvia incorporándose mientras hacia lo posible por mantener los ojos abiertos ¿Ocurre algo?
— Para nada, todo está genial.

       El juego de la curiosidad ya empezaba a picarle. Levanté bruscamente las persianas y la luz entrase en la habitación. Su reacción fue taparse con el edredón  y descansar todo lo posible antes de que el molesto de su novio le reventase el sueño.

— Tengo sueño.... murmuraba cuando su cabeza se escondía entre las mantas.
— No quiero que se nos haga tarde.
— ¡¿Tarde para qué?!

         No tardó en desperezarse y con un salto de la cama se incorporó frente al armario recogiendo toda su ropa y metiéndola desordenada en aquella maleta. A día de hoy, su maleta me sigue pareciendo más grande que la propia dueña. Tanto le ilusionó la noticia que constantemente interrumpía su tarea para servirme una bandeja de besos. La pura verdad es que los últimos meses habían sido bastante difíciles para ambos, y lo mejor que podíamos hacer era escapar de cualquier realidad antes de ahogarnos las ganas de vivir.
       Subidos en el coche, y tras preguntarme insistentemente a donde iríamos, tuve que decirle la verdad. No había planificado el viaje, ni siquiera había pensado un lugar al que ir, pero más que afectarle afloraron más ganas de seguir con la locura. Su alegría era apreciable cada vez que me miraba a cualquier rincón del típico mapa de gasolinera de la guantera.

— Estamos muy cansados de la costa, ¿y si vamos al norte o al sur? preguntaba constantemente fruto de los nervios que le estaban produciendo esa nueva experiencia. Tal vez, podríamos ir a la capital ¿no?

       No se me ocurrió el contestar a sus preguntas. Extendí mi brazo y agarré el mapa tirándolo por la ventanilla para que quedase olvidado encima de la carretera como un trozo de papel que no tendrá jamás ninguna utilidad. Al mirarnos no pudimos disimular las carcajadas de tal escena.
       Todo el día en la carretera terminó por dejarnos agotados. Obligados a parar a un lado de la carretera pudimos disfrutar del anochecer, aunque es difícil creer que una puesta de sol resulte tan bella dentro de un coche destartalado mientras comemos un montón de golosinas, que a mi parecer a nuestra edad ya deberían de estar prohibidas.
       A pesar de todo me llenan esos momentos en los que ella se duerme en el asiento del copiloto, y recojo su flequillo que no hace más que molestar al caerse constantemente tapándole el rostro una y otra vez. No sé a dónde nos llevarán nuestras locuras. Si no me equivoco la travesía nos lleva en dirección al norte. Pasaremos más frío de lo esperado pero nos tendremos el uno al otro.


El amor se cuela por debajo de la ropa y va llenando al sentimiento. 






viernes, 1 de junio de 2012

Allegretto en Fa Mayor

        Hoy mismo, mi curiosidad me ha llevado a buscar el significado de la palabra "música" y esto es lo que he podido encontrar, según la información que proporciona la RAE: arte de combinar los sonidos de la voz humana o de los instrumentos, o de unos y otros a la vez, de suerte que produzcan deleite, conmoviendo la sensibilidad, ya sea alegre, ya tristementeDiscrepo ante este significado. Entonces, ¿qué es Música? Bajo mi punto de vista, la música es esa sucesión de melodías que encuentran hueco en nuestras mentes y que nos proporcionan todo tipo de sentimientos. Nadie puede saber a ciencia cierta lo que un par de notas musicales puede transmitirnos, simplemente llegan al corazón, siendo capaces de abrir ese recuerdo oculto en nuestro cerebro. Podemos llorar, podemos reír o simplemente bailar. Tengamos claro, que nosotros no elegimos la música, ella nos elige a nosotros desde el primer momento en que una simple melodía invade cualquier parte del cuerpo.
         No importa. A veces, una canción es la que nos arrastra a movernos como nunca lo hemos hecho, o tal vez, a quedarnos de pie en esa barra del bar mientras se canta en voz baja una canción que nos hace mover tímidamente la pierna al compás. Para los fumadores: ¿quién no se ha quedado embobado mientras observa como asciende el humo de ese cigarrillo que está por apagarse? O para aquellos que se brindan de la más alegre hipocresía: ¿quién no se ha subido a una mesa a bailar, bajo los efectos del alcohol, desentonando más de una canción que siempre juró no escuchar?
       Desde esta perspectiva, debería importar poco a qué género pertenezcamos, somos parte de la música. Aún así, me inclino por considerar que un verdadero amante de la música, es aquella persona que sus gustos se abren por cualquiera de las notas musicales. Así queda claro que es esa sucesión de una mano arrastrada por un teclado, ese golpe de baquetas sobre el parche, o una guitarra usada hábilmente por una mano alocada. Con esto, no os consideréis  locos cuando os tachen de melómanos. Eso fue un término creado por aquellos que no saben apreciar la cantidad de sentidos que nos despierta la música.
      En resumidas cuentas, no creamos que la música sea un invento del ser humano. Es algo más que una acción física. Eso es simplemente la progresión de una característica que ha acompañado al ser humano desde sus inicios, algo más que un sentimiento. Es eso que nos hace golpear instintivamente nuestras piernas al ritmo de la música o de tararear esa letra en inglés, que no sabemos ni pronunciar.
       Esto es la música. Algo que nació mucho antes que la propia escritura.  Por lo tanto, es algo que nace en nuestra esencia, fruto de la improvisación. Mil formas hay de entender Allegretto en Fa Mayor, pero no lo comprenderéis a la perfección hasta que no decidías encender ese reproductor de música y disfrutar de lo único que se enlaza a vuestros sentimientos sin ninguna condición.



Música: un alimento indispensable para complementar la verdadera dieta de nuestras vidas.










viernes, 18 de mayo de 2012

El Crimen Perfecto

       No lo pienses, no preguntes. Apunta y dispara. El escenario ideal para un gatillo frío. Charco dulce de fresa. Arrástralo. ¡Escóndelo y silencio! ¿Liberado? Remordimiento que atormenta. Sirenas. Ruido detestable que no quieres oír. Perfecto, no puedes huir más. El acero es frío alrededor de tus muñecas. Miente, pero estoy en tu mente. Toga y martillo. Mazazo despiadado. Destino fatal de una escoria tras los barrotes. Piensa que te toco un sin vivir.

Es la historia por la que no podrás dormir.




miércoles, 18 de abril de 2012

Cupido. Fuera de servicio

       Por el garito de cada viernes. Se podría decir que no está abarrotado pero tampoco desierto como suele estar, en su justa medida. Mis colegas me dan una conversación poco interesante, pero ahí está esa chica. Frente a mí, baila la canción de turno en el bar, Animales de Pereza. Su melena se aloca al ritmo de la música. Sus manos rozan cada curva de ese cuerpo, entallado en un vestido que incita poco a la abstinencia. No he dudado en acercarme a ella y darle un poco de mi sonrisa con la que suelo triunfar. Sobre su oreja, palabra tras palabra, dejo caer: soy algo fácil, lo admito. Esta noche tengo ganas de colgarme de la cama de alguna mujer, así que utilízame, porque no quiero amaneceres... .

¿Cómo quieres que no lo hagamos, si no hay nadie que nos pare? 




viernes, 23 de marzo de 2012

K-38

       La dirección del centro ha visto necesaria la realización, conforme a la petición, de un análisis completo del sujeto K-38. Dicho informe está provisto de una detallada información acerca de sus capacidades mentales.
Su ingreso en el centro ha sido tratado con urgencia, debido al peligro de un estallido de sus facultades mentales, ya seriamente perturbadas.
       A partir de la misma se ha realizado la descripción psicológica del individuo K-38, el cual es tratado con urgencia en la planta numero dos, junto con el resto de pacientes de extrema gravedad. Este documento lleva adjunto la descripción detallada del paciente, la cual se espera que sea tramitada con urgencia en la dirección del centro con el fin de clasificarlo con la más rápida brevedad posible.

Descripción de K-38:

       Cuerpo congelado hasta la más pura inercia de la muerte. Atormentado. Inestable. La muerte ha sobrevolado su cabeza varias veces. Ninguna vez ha conseguido llevárselo. Problemático. Maniático hasta la más pura de las locuras. Rebelde. Comportamiento improcedente. Aprende rápido. Obsesivo. No teme al miedo, algunos piensan que lo dinamita. Imposible cazarlo, se escapa fácilmente. Idealista del más puro de los sueños. Controlador nato. Desentendido de la muerte. No ignora, obtiene una visión enérgica de lo que le rodea. Conocimiento pleno de la situación. Vida alternativa. Excluido en su propio ser. Voraz. Clavado en un ideal destructivo. Niveles mentales desorientados, desastrados o totalmente desviados. Memoria sagaz. Asesino de ilusiones. Archiduque de la palabra. Alzador del infierno en el más puro de los cielos. Llanto al miedo, muerte al mismo. Renegador del paso del tiempo. Alma perturbada tras el paso de los años. Cae, pero sólo se levanta. Estómago vació. Virtud acumulada. Suerte elegida: hasta ahora da uso de la misma. Director de una orquesta devastadora. Sobrecargado. Lado oscuro que permanece oculto. Triunfador de lo ajeno. Impulsividad que adquiere peligrosidad. Se desentiende de cualquier límite establecido. Posición tectónica incontrolable. Una bomba sofisticada que carece de temporizador. Mundo extraño en el que aparece. Ostenta poder y organización a donde va. Intimida. Labra cada espacio con fuego. Algo que lo consume le da la vida. Ojos de horror. Desafía aun no estando capacitado. Acaparador de voluntades. Risueño de la vida. Bestia de la noche. No cruza miradas, las clava. Agresividad controlada. Capacidad saturada. Avasalla con cualquier meta en su carrera, precaución. Importante capacidad de incentivar ideas entre los que le rodean. Actúa con una planificación apabullante en la búsqueda de sus objetivos. No lo para nada. Su desconfianza a lo que le rodea lo hace actuar en solitario. Desgarra la tolerancia. Sufre de desvaríos a causa de su nerviosismo. Impaciente con sus logros. Su grado de perturbación alcanza límites inconcebibles. Justifica su agresividad. La fuerza le permite arrancar la palabra de los que callan. Un loco inteligente. Conocedor de su estado. Se libera por medio de la venganza más deshonesta. Cruel: no seas nunca un rival débil frente a él. Sereno. y elocuente. Arremete con brutalidad ante la traición de los suyos. Añora tiempos pasados. Posee principios inviolables.



       Al término de la sesión, su cuerpo se erigió de forma violenta frente a la mesa junto a los doctores. Su mirada se clavó en uno de ellos consiguiendo que se orinase en los pantalones. Su boca pronunció estas palabras: “Atadme con correas. Encadenadme a las paredes. Medicadme hasta que no sepa que soy yo. Haced todo lo posible porque no me pueda valer por mi mismo, ya que de ser así, no voy a esperar ni un segundo para hacer que viváis en la más pobre de mis psicosis”. 


¡Tectonic movement. Unstable State!